Los efectos de la tecnica en la vida diaria.
Ecologia es la disciplina que estudia los ecosistemas. En el habla comun, sin embargo, suele considerarse que la ecología estudia la preservacion del equilibrio ecologico. Este concepto suele respaldarse con la idea de los '' grupos de ecologistas'' que se encargan de defender la prevension del medio ambiente.
1. Investiga en la biblioteca y en internet lo relacionado con la ecología en tu localidad y elabora en tu cuaderno un breve resumen que se explique las caracteristicas ecologicas de tu ambiente.
Es la ciencia
más incluyente y diversa. Su ámbito de acción es enorme y tal vez sea la
ciencia más importante para la comprensión cabal, el manejo y la
conservación del mundo en que vivimos. Esta ciencia tiene su ámbito de
acción en el estudio de las interacciones entre los seres vivos y el
medio en que viven. Una definición operativa y aceptada en el ámbito
científico es: “La ecología es el estudio científico de la distribución y
la abundancia de los organismos”, propuesta por H.G. Andrewartha en
1961.
La
ecología es considerada como una rama de la biología y se puede
estudiar en diferentes niveles de organización, desde el de moléculas,
proteínas y ácidos nucleicos, células, individuos, poblaciones (conjunto
de individuos de una misma especie), comunidades (conjunto de
poblaciones de especies diferentes que coexisten en un lugar y tiempo
determinados), hasta ecosistemas, integración del elemento biótico y
abiótico de las comunidades. La ecología es una ciencia holística o
integrativa que se nutre de casi todas las ramas de la biología, además
de otras disciplinas como la geología, la química, la física, la
climatología, la geografía y las ciencias sociales.
Aunque
se le considera como una de las ciencias más jóvenes, sus raíces se
extienden en las profundidades más remotas del desarrollo de la
humanidad. Las representaciones de la naturaleza encontradas en las
pinturas rupestres del Paleolítico, de hace unos 30 mil años,
constituyen las primeras aproximaciones documentadas de la conciencia
del hombre sobre su entorno. Incluso, hablando en términos de ciencias
bien establecidas podemos afirmar que disciplinas como la parasitología y
la microbiología que son de las ciencias biológicas más antiguas,
tienen un componente ecológico importante y su desarrollo debe
considerarse como parte de la historia de la ecología, aunque los
especialistas prefieran mantener su identidad de manera independiente.
Aunque
diversas observaciones e interpretaciones de interacciones ecológicas
se remontan a los orígenes de la ciencia, el término “ecología” no fue
acuñado sino hasta 1866 por Ernst Haeckel y las acciones para darle
cierta coherencia organizativa a esta ciencia se dieron hasta la última
década del siglo xix.
La
ciencia es producto de un pensamiento crítico y es claro que parte del
pensamiento de los antiguos griegos incluían ideas que se pueden
considerar ecológicas. Resaltan particularmente las ideas de Pitágoras
(560-480 a.C.), Herodoto (484-425 a.C.), Platón (427-348 a.C.) y, por
supuesto, Aristóteles (384-322 a.C.), acerca de lo que ahora conocemos
como la idea del balance de la naturaleza que hasta hace muy poco ha
permanecido como uno de los paradigmas centrales de la ecología. En
ellos podemos situar de manera más o menos clara los orígenes de la
ciencia ecológica.
Si hablamos de la ecología como una disciplina científica, se considera que el primer texto relacionado con ella es La Historia Natural de Selborne,
escrito por Gilbert White en 1789. En este trabajo, por primera vez se
plantean preguntas analíticas acerca de los factores que determinan los
grandes cambios en la abundancia observados en avispas y lagartijas en
Selborne, Inglaterra.
Corresponde
a Ernst Haeckel, un naturalista, biólogo, filósofo, médico, profesor y
artista alemán, el crédito de haber acuñado el término ecología. Más que
por su contribución como científico, es ahora reconocido por su
asombrosa capacidad para acuñar términos biológicos. Nombró a miles de
especies nuevas, generó un árbol genealógico de la vida y creó multitud
de términos biológicos fundamentales como phylum, filogenia y ecología y, propuso la existencia del reino protista. Haeckel introdujo el término ecología, Okologie en su obra Morfología General del Organismo, publicada en 1866. Este término tiene sus raíces en el griego oikos, que significa casa y logos,
que significa estudio. En la concepción de Haeckel, ecología es el
estudio de la casa o medioambiente de los organismos y él lo entendió
como el estudio de las relaciones entre ellos.
Fue
tal vez el siglo xix cuando la humanidad logró sus más significativos
avances intelectuales y Charles Darwin y Alfred Russel Wallace
plantearon las ideas básicas de
la evolución por selección natural. Sin embargo, la comprensión del drama evolutivo
no contó en esta época con el planteamiento de un escenario ecológico con bases científicas sólidas.
La
más antigua de las sociedades ecológicas es la British Ecological
Society, fundada en 1913 y seguida por la Ecological Society of America
en 1915. Hasta la primera mitad del siglo xx, las investigaciones
ecológicas habían sido fundamentalmente descriptivas con énfasis en
comunidades vegetales, hasta que ecólogos como C.S. Elton y D. Lack
comenzaron a abordar preguntas teóricas fundamentales acerca de los
procesos que determinan los patrones observados. Las primeras respuestas
a estas preguntas se dieron en términos puramente matemáticos con los
estudios de V. Volterra, A.J. Lotka y otros. Hacia el tercer cuarto del
siglo xx, autores como G.E. Hutchinson, R.H. MacArthur, D. Simberloff y
T.J. Case, entre otros, contribuyeron a un avance explosivo de la
ecología al combinar observaciones empíricas con enfoques analíticos
para abordar las preguntas ecológicas. Este avance se vio reflejado en
multitud de publicaciones y resumido en textos clásicos, entre los que
debemos destacar Fundamentos de ecología, de E. Odum, de 1953; Ecología. El análisis experimental de la distribución y abundancia, de C.J. Krebs, de 1972; Ecología: individuos, poblaciones y comunidades, de M. Begon, J.L. Harper y C.R. Townsend, de 1986; e Introducción a la ecología conductual, de J.R. Krebs y N.B. Davies, de 1993.
La ecología en México
El
continente americano había estado ocupado por humanos por lo menos
desde 15 mil años antes del encuentro de 1492 y, como lo muestran los
escasos registros documentales que sobrevivieron al fanatismo
“civilizador” de los conquistadores, la necesaria interrelación del
hombre con la naturaleza impelía a diferentes aproximaciones al
conocimiento y manejo de la misma, que son la esencia del quehacer de la
ecología. Parte de este conocimiento pervive hasta nuestros días y
trata de ser rescatado por la etnoecología, y otra parte se encuentra en
documentos elaborados en los primeros años de la Colonia que fueron
escritos por indígenas y colonizadores. Destacan entre los primeros, el
médico Martín de la Cruz y el traductor Juan Badiano, que en 1552
elaboraron en latín y en náhuatl el Códice de la Cruz-Badiano,
en donde describen plantas medicinales mexicanas utilizadas por los
naturales a partir de su conocimiento de las relaciones con el medio. En
1559, el franciscano Fray Bernardino de Sahagún produjo una gran obra
que entre otros aspectos abordaba la historia natural del antiguo
México. Entre 1571 y 1577, Francisco Hernández, nombrado protomédico
general de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano por el rey
Felipe II, realizó una expedición que tenía por principal objetivo
describir la historia natural de la Nueva España y estudiar la medicina
herbolaria de los naturales. Esta expedición resultó en una obra de 17
volúmenes que no pudieron verse publicados por su autor y fueron
rescatados parcialmente hasta el siglo xviii.
En 1780, el fraile jesuita Francisco Javier Clavijero escribe desde el exilio su obra
magna Historia Antigua de México
en donde, entre otras muchas cosas, diserta sobre los patrones de
diversidad de los mamíferos del Nuevo Mundo comparándolos con los del
Viejo Continente.
Uno
de los personajes que contribuyó de manera significativa al desarrollo
de lo que hoy es la ecología fue indudablemente Alexander von Humboldt. A
partir de sus exploraciones en México y América del Sur pudo inferir
patrones sobre cambio climático, distribución geográfica de organismos e
incluso sobre deriva continental e impactos ecológicos por actividades
humanas en sus obras Ensayo sobre la geografía de las plantas, en 1811 y Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente,
en 1834. Aunque las obras de Humboldt no pueden considerarse como parte
de la ciencia mexicana, descansaron fuertemente en la contribución de
naturalistas mexicanos cuyas obras consultó, y reconoció el “celo por
las ciencias naturales en que con tanto honor se distingue México”. Uno
de estos naturalistas y quizá el más importante de los precursores de la
ecología en México es José Mariano Mociño.
Doscientos
años después de que Francisco Hernández finalizó su expedición a la
Nueva España, Carlos III envió una nueva expedición concebida con una
visión más amplia que incluía un equipo de médicos, botánicos, zoólogos y
artistas. Dirigida por Martín de Sessé y Lacasta, abarcó de 1787 a
1803, casi 16 años de intenso trabajo de campo e incluyó la
instauración de la cátedra de botánica en la Real y Pontificia
Universidad de México, el Jardín Botánico y el primer Gabinete de
Historia Natural.
José
Mariano Mociño se integró a la expedición en 1789, y es a partir de
este momento que nace la ecología mexicana en la forma de una historia
natural científica. Mociño fue mucho más allá de los objetivos de una
expedición botánica, abarcando todos los aspectos relevantes de las
ciencias naturales de la época: participó en el estudio de las
erupciones del volcán de San Martín Tuxtla en Veracruz; el análisis de
minerales para su utilización industrial; la descripción de la anatomía
de peces, mamíferos, aves, insectos, mariposas, y realizó anotaciones
acerca de nombres y usos de plantas con fines terapéuticos o
nutricionales, además de los fines botánicos. Incluso ejecutó
importantes estudios de ecología humana en Nutra, hoy Vancouver. Los
expedicionarios regresaron a España en 1803 y una serie de vicisitudes
que incluían los conflictos europeos y los procesos insurgentes en
América motivaron que mucho del material que llevaron los
expedicionarios se perdiera o pasara a diferentes manos, quedando sólo
retazos de la magna obra para ser publicada. A este respecto, existe una
leyenda que alega que Mociño, en uno de sus ascensos al cráter del
volcán en 1793, enterró un cofre con los resultados de sus estudios y
que espera a ser hallado para develar el conocimiento de la naturaleza
de estas tierras
El siglo xix termina, en términos de la investigación ecológica mexicana, con la obra La vegetación de México del doctor José Ramírez.
En
1910, la Universidad Nacional crea la Facultad Nacional de Altos
Estudios en donde se comienzan a formar profesores en ciencias
naturales. En 1926 la Facultad Nacional de Altos Estudios se transforma
en la Facultad de Filosofía y Letras de la que poco después se separa la
Facultad de Ciencias. En 1929 se crea el Instituto de Biología de donde
han surgido los principales ecólogos mexicanos y que publica los Anales del Instituto de Biología hoy Revista Mexicana de Biodiversidad que históricamente se han constituido como el pilar de las publicaciones mexicanas en ecología. Además, surgieron la Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, los Anales de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del ipn y el Boletín de la Sociedad Botánica de México en la década de 1940. Además destacan Biotica, que ya desapareció, Acta Botánica Mexicana, Acta Zoológica Mexicana, el Boletín de la Sociedad Mexicana de Zoología, la Revista Mexicana de Mastozoología e Hidrobiológica, como revistas que contemplan temas ecológicos.
La
primera cátedra de ecología la impartió el doctor Enrique Rioja como
materia optativa, apenas en la década de 1950 en la Facultad de Ciencias
de la unam. Esta cátedra fue retomada por el doctor Arturo Gómez Pompa
en 1964 e incide de manera crucial en el desarrollo de la ecología en
México con la formación de un grupo de profesionales que hasta la
actualidad han conducido los rumbos de esta ciencia en nuestro país,
entre quienes destacan Carlos Vázquez Yanes, Sergio Guevara y José
Sarukhán. El artículo “El bosque tropical lluvioso como un recurso no
renovable” publicado en 1972 en la revista Science
por Gómez Pompa, Vázquez Yanes y Guevara constituyó un parteaguas en el
desarrollo de la ecología mexicana moderna al abordar temáticas de
interés global sobre los peculiares ecosistemas tropicales mexicanos.
Por otra parte, la Comisión Nacional para el Estudio de las Dioscóreas
dirigida académicamente por Faustino Miranda, Efraín Hernández X. y
Arturo Gómez Pompa, contribuyó a la consolidación de un grupo de
investigación en ecología de zonas tropicales.
Bajo
la dirección del doctor José Sarukhán, en 1985 se creó el Departamento
de Ecología en el Instituto de Biología de la unam, que se convirtió en
Centro de Ecología en 1988 y en Instituto de Ecología en 1996. De estas
instancias institucionales han surgido ecólogos mexicanos de alta
calidad académica que en buena parte han pasado a reforzar plantillas
académicas en diferentes instituciones del país como la Universidad
Autónoma Metropolitana, el Instituto de Ecología, A.C., el Centro de
Investigación Científica de Yucatán, A.C., el Colegio de Posgraduados,
la Universidad de Sonora, el Centro de Investigaciones Biológicas de la
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, el Centro de Investigaciones
Biológicas del Noroeste, el Instituto de Ecología y Alimentos de la
Universidad Autónoma de Tamaulipas, la Escuela Nacional de Ciencias
Biológicas del ipn, el Cuerpo Académico de Ecología Tropical de la
Universidad Autónoma de Yucatán y el Instituto Manantlán de Ecología y
Conservación de la Biodiversidad de la Universidad de Guadalajara, entre
otras. Varias de estas instituciones ofrecen programas de posgrado con
orientación ecológica de donde cotidianamente surgen nuevos
profesionales de una ciencia en pleno desarrollo.
Finalmente,
en esta breve reseña histórica de la ecología en México, vale la pena
mencionar la creación en 1992, de la Comisión Nacional para el
Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), que marcó un hito en
la implementación de políticas gubernamentales relacionadas con este
tema; así como el surgimiento, en el año 2005, de la Sociedad Científica
Mexicana de Ecología, la primera sociedad nacional de ecología.
La ecología mexicana en la actualidad
El desarrollo de la ecología en México ha sido explosivo en los últimos años. En 1980,
en México había solamente cinco ecólogos con el grado de doctor, y en la actualidad
hay
más de 350 investigadores en ecología, trabajando en las principales
instituciones nacionales. Asimismo, el número de artículos de
investigación publicados en revistas de circulación internacional ha
aumentado de 15 en 1994 hasta unos 254 en 2007. Si bien esta cifra es la
mayor en Latinoamérica, es aún muy baja si consideramos la problemática
ecológica de México.
En
el año 2005, antes de la formación de la Sociedad Científica Mexicana
de Ecología (scme), los ecólogos mexicanos presentaban sus trabajos en
los foros de diferentes asociaciones, principalmente en los congresos
nacionales de las sociedades mexicanas de botánica, de zoología, de
mastozoología y de entomología. La mayoría de los trabajos ecológicos se
presentaban en los congresos de la Sociedad Botánica de México, y el
máximo número de trabajos se alcanzó en el VI Congreso Mexicano de
Botánica, realizado en 2004 en la ciudad de Oaxaca, Oax., con 448
contribuciones en esta área. Este número creció hasta 578 en el Primer
Congreso Mexicano de Ecología realizado el año 2006 en la ciudad de
Morelia, Mich. Estas cifras son un indicativo del creciente interés por
la investigación ecológica entre profesionales de la biología y jóvenes
estudiantes de las diferentes licenciaturas y posgrados que se ofrecen
en el país.
Como
un indicativo de los tópicos que mayor atención reciben de los ecólogos
mexicanos, durante el primer congreso de la scme se desarrollaron 20
simposios bajo el tema “perspectivas de la ecología mexicana”. En estos
simposios destacaron estudios sobre interacciones planta-animal en
términos de dispersión de semillas, herbivoría y polinización;
ecofisiología vegetal; ecología de invasiones; fragmentación de hábitats
y sus efectos en conservación, ecología reproductiva y estructura
genética de poblaciones, agroecología, manejo de ecosistemas terrestres y
acuáticos y desarrollo sustentable; ecología química; ecología de
poblaciones de especies del desierto; ecología de bosques secundarios
tropicales; ecología de insectos; ecología y evolución; educación
ambiental y el ciclo del carbono relacionado con el cambio global. Estas
temáticas, además de otras más puntuales presentadas en las
contribuciones libres, representan el quehacer actual de los ecólogos
mexicanos enfrentando problemas de investigación no sólo de interés
local sino global, lo que constituye un impacto relevante en el
desarrollo de la ciencia de la ecología en el mundo.
El reto de la ecología mexicana
México
es un país con una topografía muy accidentada, una gran variedad de
climas y suelos, así como una muy compleja historia geológica y
biológica. Esto determina que en México se encuentre una muy grande
diversidad de especies y que sea uno de los países conocidos como
megadiversos. Aquí se encuentra alrededor del 12% de las especies
conocidas en el planeta, ocupa el primer lugar en riqueza de reptiles
con 707, el segundo en mamíferos con 505, el cuarto en anfibios con 293 y
el quinto en plantas con 26 000; además de 2 700 especies de peces, 1
060 de aves y 30 mil de invertebrados, y hay que considerar que tal vez
estos números apenas representen una pequeña fracción de la
biodiversidad real existente y que se estima en unas 200 mil especies.
Actualmente,
los ecosistemas mexicanos, como los del resto del mundo, están
sufriendo cambios profundos debidos a las actividades humanas. La
creciente explotación de los recursos naturales y la degradación de los
ecosistemas hacen que se cuestione la permanencia de los recursos
necesarios para la viabilidad de las poblaciones humanas. Estos cambios
incluyen la alteración de comunidades bióticas, la extinción de
especies, cambios en la resistencia y resiliencia de los ecosistemas
ante las perturbaciones, procesos ecológicos que se alejan de su
variabilidad histórica, cambios en la naturaleza de los ecosistemas y
desacoplamiento de importantes ciclos biogeoquímicos.
Estos
alarmantes procesos han motivado un reconocimiento del posible papel de
la ecología en la toma de decisiones que permitan conciliar el manejo
de los recursos naturales con la preservación de la biodiversidad.
Al
igual que en muchas partes del mundo, en México existe una fuerte
presión sobre la biodiversidad. Las principales amenazas son la
conversión de los ecosistemas naturales a sistemas agrícolas o
ganaderos, la contaminación, el cambio climático, la sobreexplotación de
poblaciones y la introducción de especies exóticas.
Cerca
de la mitad del territorio de México ha sido modificado intensamente.
Sólo 41% de la selva remanente permanece como vegetación primaria, lo
que lo hace el ecosistema más afectado por las actividades humanas. Los
matorrales primarios actuales corresponden a un 55% de los originales.
Ésta es la vegetación conservada en mayor proporción, aunque en términos
de extensión absoluta los matorrales han sido los más afectados. Los
bosques están desapareciendo a una tasa de 0.79%, o 2 672 km2
al año. Las selvas son deforestadas a una tasa casi del doble, 1.58%
anual. Finalmente, la superficie de matorrales que se desmonta
anualmente es igual que la de bosques, aunque en términos relativos es
menor, 0.48%. En términos generales, se ha estimado que la tasa de
deforestación es de casi 785 000 ha por año.
Una
reducción en la diversidad de especies y de los tamaños poblacionales
de las mismas, necesariamente implica una reducción en la diversidad
genética. Asimismo, el favorecimiento de organismos cultivados o
domesticados bajo criterios de maximizar su rendimiento, puede implicar
una reducción de variabilidad genética.
El
cambio climático global implica un incremento en las temperaturas
superficiales, cambio en los patrones de lluvias, incremento en sequías e
inundaciones, entre otros efectos graves. Estos cambios se dan de
manera más rápida que la capacidad de adaptación de muchas especies, por
lo que necesariamente implicará extinciones, así como modificaciones en
la distribución de especies y tipos de ecosistemas tanto terrestres
como acuáticos. Por otra parte, las sequías motivarán un incremento en
los incendios forestales.
Adicionalmente,
el desarrollo acelerado de la biotecnología y la generación de
organismos genéticamente modificados constituye un riesgo potencial para
la biodiversidad pues su contacto con poblaciones nativas pudiera tener
consecuencias a diferentes escalas, desde una alteración en la
diversidad genética hasta serias modificaciones en las interacciones
ecológicas entre las especies.
Por
otra parte, una muy grande diversidad cultural se ha desarrollado a la
par que la diversidad biológica. En México subsisten 62 grupos indígenas
que hablan 240 lenguas y dialectos, y conservan un profundo
conocimiento de su entorno natural. Sin embargo, estos grupos se
encuentran marginados del desarrollo de la sociedad mexicana y en su
mayoría apenas cuentan con los recursos mínimos para subsistir.
México
es un país privilegiado en cuanto a la riqueza de sus recursos
naturales y los ecólogos mexicanos enfrentan el reto de avanzar en su
conocimiento básico y de contribuir en la propuesta de acciones para su
conservación y manejo sustentable.
Perspectivas
Si
bien los retos que se enfrentan tienen mucho que ver con la
conservación y el manejo de la biodiversidad en un país con una
problemática socioeconómica muy compleja y que demanda soluciones
expeditas en términos de sobrevivencia y desarrollo, es necesario tomar
en cuenta que es imposible conservar y manejar algo que no se conoce. El
lograr comprender los procesos físicos y biológicos que generan y
mantienen esa asombrosa diversidad debe ser una de las prioridades
fundamentales del quehacer ecológico en México. Se debe continuar con la
descripción de ecosistemas, especies y genomas para lograr un
inventario que es fundamental para la realización de cualquier tipo de
estudio relacionado con la conservación y manejo de la biodiversidad.
Aún es muy incipiente el conocimiento que tenemos acerca de la
estructura y el funcionamiento de las comunidades naturales, así como de
las interacciones entre organismos.
Los
ecólogos mexicanos tienen la oportunidad y la capacidad de contribuir
al conocimiento ecológico global abordando preguntas que todavía se
encuentran sin respuesta.
Una
pregunta relevante se refiere a los factores que determinan la densidad
de las poblaciones. Con el tiempo, todas las poblaciones biológicas
sufren fluctuaciones en sus abundancias. Estos cambios pueden ser
afectados por factores ambientales que son independientes de la densidad
poblacional o por otros que dependen de la densidad. Así, las
poblaciones pueden sufrir incrementos explosivos que las convierten en
verdaderas plagas o dramáticos declives que las ponen al borde de la
extinción y los cambios pueden ser constantes en el tiempo o sufrir
fluctuaciones caóticas o azarosas. Es necesario avanzar en la generación
de modelos predictivos a partir de registros de densidades
poblacionales, en tiempos suficientemente largos y considerar de manera
explícita la estructura espacial de las poblaciones para explicar sus
cambios temporales. En la misma línea de esta pregunta, es necesario
abordar aspectos relacionados con los factores que determinan que una
especie sea rara o común. Esto está directamente relacionado con
aspectos de conservación.
Otra pregunta en espera de respuestas se refiere a la relación entre la complejidad
y la estabilidad de comunidades ecológicas. Tiene que ver directamente con la
estructura
y el funcionamiento de los ecosistemas y con la determinación de la
diversidad en las comunidades. Esta diversidad está relacionada con los
patrones de redes tróficas que en buena medida determinan la complejidad
de las comunidades. La alta diversidad
de ecosistemas mexicanos constituye una promisoria base de datos para abordar
esta pregunta.
Por
otra parte, la vasta diversidad de hábitats presentes en México permite
abordar preguntas clave de la macroecología como son las relaciones
entre el número de especies y el área y sus ámbitos de distribución
geográfica.
Otro
conjunto de problemas que aguardan solución en el siglo xxi se refieren
a una mejor comprensión de cómo los procesos ecológicos, físicos y
químicos operan para controlar los flujos de moléculas biológicamente
activas como son el CO2,
el nitrógeno y el fósforo, entre otras. Esto nos permitirá contar con
mejores elementos para enfrentar las consecuencias del cambio climático
global.
Además,
es necesario acelerar la tasa de identificación de especies nuevas. Si
en México se describen actualmente cerca de 400 especies nuevas cada año
y si es correcta la estimación de la existencia de alrededor de 200 mil
especies, entonces se requerirían alrededor de 400 años para completar
el catálogo de especies mexicanas. Es de esperarse que este proceso se
acelere en los próximos años con la implementación de técnicas
moleculares para la identificación y la clasificación. Si contamos con
mejores catálogos, tendremos más elementos para analizar tasas de
extinción de las especies.
Si
actualmente la vegetación nativa de México cubre menos de la mitad de
su territorio, es de fundamental importancia entender las consecuencias
ecológicas de la pérdida y fragmentación de hábitats y de diferentes
prácticas de manejo en la estructura y funcionamiento de los
ecosistemas. Estos estudios, a la par de investigaciones que
identifiquen los factores ecológicos y socioeconómicos que determinan
los cambios en el uso del suelo y el cambio climático global facilitarán
la construcción de posibles escenarios futuros y la priorización de
actividades de conservación, manejo y restauración en diferentes
regiones.
Se
debe aprovechar el conocimiento ecológico tradicional de los pueblos
nativos de cada región para generar agroecosistemas complejos que
simulen a ecosistemas naturales en cuanto a estructura y función y que, a
la vez, sean útiles para el hombre.
Es
necesario fomentar la creación de nuevas áreas naturales protegidas en
regiones prioritarias y asegurar el funcionamiento adecuado de las ya
existentes. Estas áreas constituyen sistemas en los que se pueden
desarrollar estudios básicos de ecología e implementar aplicaciones
prácticas derivadas de ese conocimiento en actividades de investigación,
conservación, manejo y difusión. Estas áreas protegidas deben servir de
base para la realización de monitoreos a largo plazo de variables
ecológicas, físicas y socioeconómicas.
Un
aspecto muy importante para enfrentar los retos de la ecología mexicana
es la formación de recursos humanos que, si bien se especialicen en
diferentes aspectos de la ecología, tengan una visión amplia de la
problemática que se enfrenta en un país como el nuestro. Asimismo, se
deberá fomentar la investigación interdisciplinaria que incluya
perspectivas socioeconómicas, antropológicas, culturales, históricas y
políticas para la solución de la complicada problemática ambiental que
enfrenta México.
Finalmente,
es necesario que los ecólogos mexicanos se involucren activamente en
programas de difusión de la ciencia para poner a disposición de la
sociedad los motivos, los alcances y las contribuciones de la
investigación ecológica para el desarrollo de México y fomentar la
comprensión de esta disciplina fundamentalmente entre la niñez y la
juventud.
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