miércoles, 6 de febrero de 2013

1.5 Las implicaciones de la tecnica en la Naturaleza y el trabajo por proyectos en los procesos productivos.

Consideración de las implicaciones de la tecnica en la Naturaleza en la resolucion de problemas.

La mujer en el proceso tecnologico.

1. Investiga en la biblioteca y en internet los diferentes sistemas tecnicos en que la mujer fue clave para la evolucion del ser humano y escribe en tu cuaderno un breve resumen del tema.

 La mujer noble
La mujer noble se dedica, fundamentalmente al cuidado de la mansión, dirige a los sirvientes, se ocupa de los manjares y atiende, de manera esporádica, la educación de los hijos pequeños. Estaba bien visto, en la sociedad cortesana, que la dama adquiriese ciertas cualidades: cazar, jugar al ajedrez, contar y leer historias, tocar instrumentos musicales o saber agasajar a los invitados, por lo cual su instrucción tenía que ser lo suficientemente amplia para poder desarrollar estas actividades. Las prolongadas ausencias del señor feudal, ocupado en las batallas, llevaba a la mujer a dirigir la sociedad feudal y a ejercer un poder efectivo que, en el caso de enviudar podía realizar sin ninguna traba.
La mujer religiosa
Los conventos cumplieron una función de gran utilidad durante la edad media ya que eran refugio de las hijas que no contraían matrimonio, único camino para otras de acceder a la cultura y solución para las mujeres que no encontraban salida a una mala situación económica. Como en todo había conventos ricos y conventos pobres. El reparto de las tareas fundamentales: la oración, el estudio y el trabajo, dependía de la riqueza del cenobio. Si el convento era grande y rico numerosas sirvientas realizaban las tareas domésticas pesadas y campesinos asalariados trabajaban las tierras. Por el contrario, en los conventos pobres, todas las funciones eran realizadas por las propias religiosas.
La mujer campesina
Independientemente del estado civil, la mujer campesina tenía que trabajar para ganar su sustento y el de los suyos compartiendo esta actividad con las tareas domésticas. Traer el agua de la fuente, la cocina, confeccionar el vestido, la elaboración del pan y otros alimentos y, en el campo, realizar la siembra y la recolección eran actividades propias de la mujer. A partir de aquí, la primera actividad remunerada de la mujer la podemos encontrar trabajando como jornalera temporera en las grandes haciendas señoriales o eclesiásticas. Otra de las ocupaciones de la mujer campesina era el servicio doméstico, sobre todo, en las muchachas más jóvenes que trabajaban en las mansiones nobles a cambio de hospedaje, comida, ropa y también una parte del ajuar para su matrimonio. También es clásico de esta época el trabajo de las mujeres como nodrizas.

La mujer en las ciudades
En el Siglo XI se inicia la participación de la mujer en oficios femeninos que se desarrollan en los burgos. En momentos de expansión económica, la mujer tuvo acceso al mundo laboral sin problemas, aunque cobraba salarios inferiores. Durante el siglo XIII, es fundamental la participación femenina en los oficios de la confección (hilanderas, tejedoras, encajeras, costureras o sastras) y en la producción y venta de comida, bebida, cuero y metal. Si bien la industria y el comercio medieval estaban abiertos a las mujeres, al final de esta época, cuando la crisis económica se va agudizando, surgieron restricciones laborales importantes, fueron expulsadas de los gremios (a los que había tenido acceso, aunque nunca en condiciones de igualdad con los hombres) y se les negó la posibilidad de organizarse, situación esta que empeoró en los siglos posteriores.


Ejemplo:

La mujer en el desarrollo

Generalidades La mujer, especialmente la de bajos ingresos, ha contribuido siempre a las actividades productivas como la agricultura (principalmente en pequeña escala), la elaboración de productos agrícolas, las industrias artesanales y domésticas, el intercambio de mercaderías y el comercio; no obstante, ha existido la tendencia de subestimar su función económica y su participación por falta de datos, por las definiciones predominantes de actividad económica y por los actuales procedimientos de muestreo y entrevista empleados para obtener estadísticas nacionales. Se ha prestado más atención, especialmente en los planes y programas nacionales, a la función reproductiva de la mujer y al rol que desempeña en la crianza de sus hijos
En general, la mujer se ha venido beneficiando cada día más de programas realizados en el sector social, como lo demuestra el gran aumento de la matrícula escolar de la población femenina en todos los niveles de enseñanza y la mayor esperanza de vida. Sin embargo, todavía quedan por resolverse varios problemas en las áreas de salud, nutrición y educación, especialmente de la mujer en las zonas rurales y de bajos ingresos en los centros urbanos.
Si bien la modernización ha abierto oportunidades económicas en algunos campos, ha disminuido también las fuentes tradicionales de ingreso para muchas mujeres, especialmente para las dedicadas a la producción de artesanías y artículos fabricados en el hogar. En el sector agrícola, la introducción de la mecanización y las nuevas tecnologías han desplazado, por lo general, a los pequeños productores y perturbado los sistemas tradicionales de producción y la complementariedad de las funciones de las personas de ambos sexos en la familia campesina.
La baja productividad de la economía campesina en general, el desplazamiento de los pequeños productores y la falta de oportunidades de generación de ingresos y de servicios sociales en las zonas rurales, han provocado un flujo migratorio, tanto del hombre como de la mujer a las ciudades. Este proceso ha afectado profundamente los roles de la mujer de dos maneras. En los centros urbanos ha habido una rápida entrada de mujeres de origen rural en la fuerza de trabajo, observándose una gran concentración de ellas en empleo y servicios de baja categoría, que no exigen mano de obra calificada. La mujer participa en el sector informal urbano, principalmente en comercio al por menor y en microempresas. En las zonas rurales, donde la emigración del hombre ha sido considerable, la mujer se ha visto obligada a aumentar su carga de trabajo y a asumir importantes funciones de toma de decisión y plena responsabilidad tanto por las tareas agrícolas como por los quehaceres domésticos.
Dentro de este contexto se observa también un número elevado de hogares encabezados por mujeres en la región, particularmente en las familias de bajos ingresos. En varios estudios se hace hincapié en la situación desfavorable de la mujer jefa de hogar. Más que ninguna otra, es la que vive por debajo de los niveles establecidos para medir la pobreza, tiene un menor grado de escolaridad que el hombre de bajos ingresos y por lo general, está desempleada o trabaja en empleos de baja categoría o en el sector de servicios.
Además, la crisis económica de América Latina de la década de 1980, junto con los niveles de desempleo y subempleo que han alcanzado marcas sin precedente y afectado adversamente en particular a los sectores más pobres de la población, tuvieron graves repercusiones para la mujer.
Por una parte, esta situación condujo relativamente a pocas oportunidades de generación de ingresos en términos generales. Por otra parte, la reducción del número de servicios sociales ha afectado gravemente el estado de salud, la nutrición y la educación de la mujer; estos factores importantes también determinan su productividad y efectiva participación en la economía y la sociedad en general. La acción recíproca de estos factores crea un círculo vicioso en el que se halla atrapada la mujer, en particular la de bajos ingresos. Las crecientes responsabilidades económicas de estas mujeres hacen que la lucha contra su pobreza sea una meta crucial del desarrollo.
El Banco reconoce que para que las mujeres se conviertan en agentes efectivos en el desarrollo del capital humano, se debe prestar especial atención a intensificar su contribución y a tener en cuenta sus necesidades, sus diferentes roles y sus cambiantes circunstancias económicas y familiares. Ello significa que se debe reconocer más su contribución actual y potencial como productora, como individuo capaz de tomar decisiones y como generadora de ingresos. Reconociendo los problemas apremiantes de las mujeres de mejores recursos dentro de la región, el Banco prestará atención al apoyo de las actividades orientadas a atender las necesidades de las mismas, tanto en las zonas rurales como en las urbanas.
Muchos países latinoamericanos han hecho un significativo esfuerzo, como lo comprueba el establecimiento de divisiones y oficinas para la mujer y unidades de planificación nacionales y regionales para fomentar su integración al proceso de desarrollo nacional.
Los campos de acción propuestos en esta política se formulan, por ende, con miras a apoyar las actividades nacionales y a lograr una participación más efectiva de la mujer en el desarrollo.

Diferencias de géneros en la ciencia y tecnología

La ciencia contemporánea aún empeñada en la tarea de identificar diferencias sexuales en habilidades cognitivas. La búsqueda de diferencias en los cerebros masculinos y femeninos que expliquen y justifiquen la desigual presencia de hombres y mujeres en ciertos ámbitos científicos sigue siendo un importante programa de investigación en biología y psicología: estudios de dimorfismo sexual, análisis de los condicionamientos genéticos, hormonales y de estructura cerebral que ocasionan diferentes disposiciones en los dos sexos para distintas tareas (González; Pérez, 2002.)
El sueño de las mujeres es la igualdad. También en el mundo de la ciencia, la investigación y la tecnología, que ha sido un históricamente vedado a las mujeres, y cuyos criterios científicos han venido marcadas siempre por un sesgo decididamente masculino.
Una abrumadora mayoría de mujeres en todo el planeta sufre, por el hecho mismo de haber nacido mujer. Y han de añadir este maltrato vital en todos los sentidos, a ser pobres, o pertenecientes a una minoría, o cualquier otra discriminación.
En todos los ámbitos de su vida y en todo el mundo casi por igual, la mujer vive en condiciones de sometimiento e inferioridad en relación con las posibilidades de realización de los varones de su propio entorno; ello se asienta en los principios estructurales de una organización social injusta y ha tenido su reflejo históricamente en el de las ciencias. El de reproductora que la naturaleza le encomendó a la mujer ha pesado de forma aplastante sobre el de sus derechos más elementales como persona y también, como investigadora (VI Congreso Iberoamericano de Ciencia, y Género, 2006)
Aunque las mujeres representan un 51% de la población , constituyen, dentro de la sociedad, una minoría cualitativa, siendo muy baja la tasa de inserción de la mujer en el sistema de ciencia y tecnología.
Partiendo de esta realidad, los estudios de CTG se ocupan de analizar las causas que producen esta situación con el objetivo de realizar propuestas que ayuden a aumentar la integración de la mujer en las actividades tecnocientíficas. Este se focaliza en varias vertientes:
Desde la vertiente pedagógica, se observa que las mujeres no eligen, de manera mayoritaria, cursar disciplinas científicas y tecnológicas. Por tanto, se analizan aspectos como: la manera en que se enseña la ciencia y la tecnología en la escuela, los contenidos que se imparten en estas disciplinas, las actitudes de quien los imparten hacia las estudiantes, etc. para, en base a este análisis, diseñar propuestas que contribuyan a revertir esta situación y conseguir, así, una presencia mas equilibrada de hombres y mujeres en estas disciplinas (Farré, 2000).
Desde una vertiente socio-institucional, se observa que la presencia de mujeres en instituciones dedicadas a la educación o práctica científica es muy limitada. Estudios realizados sobre este fenómeno concluyen que existe una discriminación no aceptada por la cual a las mujeres no les es tan reconocida su calidad profesional como a sus colegas hombres, no pudiendo acceder a los niveles jerárquicos superiores y son obligadas a realizar trabajos menos notorios y mas rutinarios (Farré, 2000).

Historia de la mujer en ciencia y técnica

La historia pone de manifiesto cómo las oportunidades de las mujeres han variado con el tiempo y con las barreras estructurales e institucionales existentes desde el nacimiento de la ciencia moderna.
El acceso a las instituciones científicas estuvo vedado para las mujeres hasta fechas increíblemente cercanas. En Grecia sólo se les aceptaba en algunas escuelas filosóficas. Durante la Edad Media apenas los conventos proporcionaban refugio a las mujeres que deseaban dedicarse al estudio. El nacimiento de las universidades europeas, entre los siglos XII y XV, redujo las oportunidades de las mujeres pues, debido a su carácter clerical, vetaban su ingreso. Tuvieron que pasar varios siglos para que como grupo, y no alguna que otra excepción, fueran admitidas en las universidades. En las universidades suizas no se las aceptó hasta la década de 1860, en las francesas hasta la de 1880, en las alemanas hasta la de 1900 y en las inglesas hasta 1870. Las universidades norteamericanas, de más reciente creación, no eran muy diferentes. Creadas a partir del siglo XVII, la primera universidad que admitió mujeres fue la de Oberlin, en 1837, pero en un departamento separado del resto y sin que pudieran obtener título. En España, las puertas de las universidades se abrieron para la mujer en 1868, pero una ley de 1880 introdujo el requisito de que la superioridad diera permiso expreso para que una mujer ingresara. El libre acceso sin permiso no se permitió hasta 1910 y ninguna española pudo enseñar en la universidad hasta 1916, cuando Julio Burrell creó la Cátedra de Literaturas Románicas en la Universidad de Madrid para Dña. Emilia Pardo Bazán (González; Pérez, 2002).
Las academias científicas tardaron más aún en admitir mujeres; (Marjory Stephenson y Kathleen Londsdale) fueron las primeras en ser admitidas en la Royal Society en 1945, a pesar de que tenía casi trescientos años de existencia. En 1979, Yvonne Choquet-Bruhat fue la primera mujer en entrar en la Académie des Sciences francesa, fundada en 1666. Las primeras mujeres españolas en acceder a las academias científicas fueron María Cascales (Real Academia de Farmacia, en 1987) y Margarita Salas (quien leyó su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en 1988). En el camino se habían quedado figuras como Marie Curie, que perdió, por dos votos, la posibilidad de entrar en la Academie de Sciences de París un año antes de que le concedieran su segundo Premio Nobel, en 1910 (González; Pérez, 2002).
3.2. Recuperación de las mujeres en la historia de la ciencia y la tecnología
Una parte importante de los primeros esfuerzos por reconsiderar el papel de las mujeres en la ciencia y tecnología lo constituye la reescritura de la historia para recuperar del olvido mujeres o tradiciones típicamente femeninas que, pese a haber hecho contribuciones destacables en el ámbito científico-tecnológico, han sido silenciadas por la historia tradicional, bien debido a distintos tipos de sesgos, bien debido a concepciones estrechas de la historia de la ciencia que reconstruyen la disciplina sobre los nombres de grandes personajes y teorías o prácticas exitosas y dejan de lado otras actividades y contribuciones en modo alguno colaterales al desarrollo de la ciencia (González; Pérez, 2002).
La historia de las mujeres tecnólogas tiene sus propios problemas y dificultades. Entre ellos está el ocultamiento sistemático de las mujeres que, en muchos casos, ha sido promovido por la legislación sobre patentes. Al no tener la mujer derecho de propiedad, es el padre o el marido o algún otro hombre el que aparece en los registros de patentes como responsable de invenciones hechas por mujeres. Por otra parte, las historias de la tecnología han pasado por alto el ámbito de lo privado, es decir de lo femenino, en el que se utilizaban tecnologías propias de las tareas tradicionalmente determinadas por la división sexual del trabajo, teniendo como consecuencia que inventos relacionados con la esfera de lo doméstico y la crianza, y realizados por mujeres, no han contado como desarrollos "tecnológicos"
Muchas de ellas hicieron contribuciones notables a los problemas científicos de los que se ocuparon, y la historia de la ciencia ya no podrá ser contada sin referirse a sus aportaciones.
Un caso paradigmático de figura femenina olvidada y recuperada para la historia de la ciencia es la de Rosalind Franklin. Sus fotografías por difracción de rayos X fueron claves para que Watson y Crick pudieran proponer el modelo de doble hélice del ADN que les proporcionaría el Premio Nobel en 1962 junto a Maurice Wilkins. Sin embargo, silenciada por la historia de la ciencia y una temprana muerte, y ridiculizada en la narración autobiográfica que Watson (1968) hace del episodio, su contribución no tuvo ningún reconocimiento (ninguno de los galardonados la recordó en la entrega de los premios, su nombre ni siquiera aparecía en las reconstrucciones en enciclopedias, libros de texto y museos de ciencia) hasta la publicación de la biografía que escribe Anne Sayre (1975), en la que se cuenta una historia muy distinta, la de la difícil situación de una científica, mujer y judía, en una institución (el King"s College, de Londres) tradicionalmente masculina y claramente anglicana (González; Pérez, 2002).

Situación de la mujer en ciencia y tecnología internacional

En cuanto a la situación de la mujer en la ciencia, como en muchas otras áreas profesionales, ésta se encuentra con muchas dificultades debido a que se le atribuyen socialmente obligaciones como: el cuidado de los integrantes de la familia y el cuidado del lugar donde viven los hombres. Las consecuencias de asumir lo anterior llevan a una sociedad que considera que el trabajo de cabeza corresponde al hombre, mientras que a la mujer le corresponde el trabajo de cuerpo. Estos roles, que se observan a nivel de todos los países, en mayor o menor transparencia según la cultura propia, se están desarrollando en una sociedad que la integran tanto hombres como mujeres, y, por tanto, son aceptados de alguna manera por ambos (González; Pérez, 2002).
Hoy, las científicas europeas e hispanoamericanas ocupan muy pocos puestos de decisión; sus trabajos a menudo se minimizan, obtienen menos fondos y becas para investigar; y están peor remuneradas que sus colegas masculinos. Y ello a pesar de que al principio de su carrera igualan en número a los hombres. La escasa representación de las mujeres en la ciencia amenaza el objetivo de lograr la excelencia científica, además de ser un desperdicio y una injusticia. Incluso en los países donde la discriminación es menor, las mujeres representan sólo entre el 13 y el 18% de los profesores titulares en las universidades. Hay países del 1% y también del 0% (VI Congreso Iberoamericano de Ciencia, Tecnología y Género, 2006)
En América Latina, se observa que en algunas ramas de las ciencias ya están siendo mayoría y su rendimiento es igual o superior al de los varones. Sin embargo esta supremacía femenina comienza a desvanecerse a nivel de doctorado y postdoctorado, especialmente si se realizan en el extranjero: en ciencias básicas y tecnológicas, la participación femenina cae entre 25 y 54%, dependiendo del país
En los siete países latinoamericanos las mujeres que egresan de la universidad promedian el 56%, mientras que entre los investigadores de los sistemas nacionales de Ciencia y Técnica, la cifra cae a 39% (II Taller Internacional de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, 2001).
En estudios realizados sobre la situación de la mujer en las disciplinas científicas y tecnológicas en el ámbito universitario latinoamericano, teniendo en cuenta el tiempo de permanencia; por categorías jerárquicas, teniendo en cuenta la edad; por la carrera científica comparando con otras disciplinas académicas; por accesibilidad a becas y recursos recibidos para realizar trabajos de investigación y por inserción en centros oficiales, intentando detectar la presencia o ausencia de discriminación. Los resultados obtenidos fueron:

  • A medida que aumenta el nivel jerárquico disminuye la presencia de la mujer. Esto ocurre incluso en las carreras donde la presencia de las mujeres en las aulas y en los niveles jerárquicos inferiores es mayoritaria.
  • Al disminuir la edad, aparece un mayor equilibrio entre el número de hombres y mujeres.
  • Se detecta menos presencia de mujeres en centros de investigación oficiales.
  • Las mujeres acceden a menos ayudas económicas personales y los proyectos que se asignan a investigadoras están menos dotados económicamente.
  • Las disciplinas científicas elegidas mayoritariamente por las mujeres son la biología y la medicina y continúan siendo las disciplinas del área de humanidades, las más solicitadas.
Según el estudio de la UNESCO, al considerar la categoría de investigador como el indicador más generalizado, "en la mayoría de los países se advierte que la participación femenina oscila entre el 28 y el 49%, cuando a mediados de los "90 estos porcentajes estaban entre 8 y 10 puntos más abajo".
Según la investigadora María Elina Estébanez, autora del estudio de Unesco, el acceso a cargos de liderazgo es otro obstáculo para las científicas. Este hecho es a su juicio "uno de los principales indicadores de la desigualdad de género en la ciencia ¨
Por ejemplo, aun cuando las mujeres en el Conicet (Argentina) superan el 51%, al mirar en detalle las cifras se observa que la presencia femenina sólo predomina en las tres primeras categorías del escalafón (asistente, investigador adjunto e independiente).
En las superiores (investigador principal y superior), su participación se reduce al 15%. Y en el directorio de ocho personas, sólo una es mujer.
La conclusión es que las mujeres superan ampliamente a los varones como colaboradoras en los equipos de investigación, mientras que ellos llevan la delantera como jefes de proyecto.
Un estudio del propio Conicet siguió a un grupo homogéneo de hombres y mujeres que partieron en la misma categoría científica. Al cabo de nueve años, ellos habían ascendido en una proporción mucho mayor. Y la mayoría de las mujeres que recibieron promociones eran solteras.  "Las mujeres aún llevan primordialmente la carga doméstica y el cuidado de los hijos. Eso dificulta que tengan la misma dedicación que los hombres que no realizan este tipo de actividades", explica a SciDev.Net la física mexicana Lilia Meza.
Para las mujeres que atienden a su familia esta diferencia con los hombres se traduce en actitudes de rechazo de parte de investigadores, particularmente jefes de grupos de investigación (Muñoz, 2002).
Se observó, pues, una tendencia común entre los diferentes países estudiados: tanto hombres como mujeres usan y son objeto de la ciencia y la tecnología, pero, principalmente son los hombres quien las realizan, y esto determina los intereses que esta ciencia y tecnología persigue.
Este estudio puso de manifiesto la presencia de barreras formales e informales, entendidas como la discriminación ya desde niñas (orientación dirigida hacia ciertas actividades consideradas mas "femeninas") y a la falta de modelos científicos femeninos; que provocan la siguiente cadena de acontecimientos: menos posibilidades tanto económicas como de información impiden el poder progresar en la carrera científica, lo que provoca una menor accesibilidad a puestos de responsabilidad, imposibilitando que se pueda revertir esta situación. Incluso se observa, por el contrario, que las mujeres que acceden a altos niveles jerárquicos, suelen adoptar "modelos masculinos", no siendo sensibles a la problemática con la que las mujeres se enfrentan ni presionando para que se produzcan cambios (Muñoz, 2002).
También se ha realizados estudios del tratamiento discriminatorio que la Antropología como ciencia ha dado a la mujer y el trato desigual que recibe una mujer antropóloga en el seno de su comunidad científica y académica. En el primer caso, hasta la década de los años setenta la Antropología solo mencionaba al hombre sin incluir a la mujer ni distinguir entre ambos, en sus estudios. En el segundo, las antropólogas han sufrido y sufren discriminación a muchos niveles: de reconocimiento profesional, de retribución económica, posibilidad de progresar en su carrera, accesibilidad a becas o posibilidad de realizar estancias en el exterior, etc. También se observó que en la Antropología existen limitaciones que, como profesionales, tienen que superar las mujeres para realizar sus actividades de manera completa, debido a la obligación que les atribuye la sociedad de tener que cuidar de su familia y de su ambiente/espacio familiar. Otro de los obstáculos a los que tienen que enfrentarse las mujeres es a la falta de confianza que hacia su calidad profesional reciben por parte de la sociedad y que las obliga a tener que estar demostrando, en todo momento, su validez (Farré, 2000).
4.1. Exclusión implícita de la mujer en la ciencia y la tecnología
En nuestros días ya no se puede hablar de exclusión explícita de las mujeres de las universidades y los centros de investigación. Ni siquiera del peso ideológico de la convicción de que la mujer sea intelectualmente inferior que el hombre, en términos generales. Sin embargo, existen mecanismos más sutiles, implícitos, que contribuyen a mantener y legitimar la segregación de la mujer.
Obras como las editadas por Pnina G. Abir-Am y Dorinda Outram (1989), y por G. Kass-Simon y Patricia Farnes (1993), o la escrita por Margaret Rossiter (1982), han analizado la estructura de la comunidad científica y el papel y dificultades de la mujer en ella; y han identificado dos formas de discriminación: la territorial y la jerárquica. En virtud de la discriminación territorial, se relega a las mujeres a ciertas áreas de la actividad científica, áreas marcadas por el sexo, tales como computar datos astronómicos, o clasificar y catalogar en historia natural. Eso se traduce, entre otras cosas, en que determinadas carreras sean más "femeninas" que otras y en que ciertos trabajos, "feminizados", adquieran menor valor que otros. O también en que determinados trabajos se consideren "rutinarios" o no se estimen "teóricos" --es decir, importantes-- por el hecho de ser realizados por mujeres
También existe la discriminación jerárquica, según la cual científicas capaces y brillantes son mantenidas en los niveles inferiores de la escala de la comunidad o topan con un "techo de cristal" que no pueden traspasar en su profesión. La historia muestra que esto no es un fenómeno reciente. Disciplinas nuevas admitieron en su seno a las mujeres hasta que se profesionalizaron, como en el caso de la medicina en general y de la obstetricia en particular (González; Pérez, 2002)
4.2. Las razones femeninas
Son varias las explicaciones que las propias científicas esgrimen cuando analizan los obstáculos para iniciar una carrera en ciencias, permanecer en ella o ascender profesionalmente.
Además de la dificultad de compatibilizar las demandas laborales con la exigencia familiar, la productividad científica en términos de publicaciones se ve también afectada por la maternidad.
Esto lleva a un círculo vicioso: la escasez de mujeres en cargos de decisión dificulta la implementación de políticas y medidas que estimulen una mayor participación femenina en ciencia y tecnología. 
Buscando enfrentar el problema, científicas de la región han estimulado la discusión sobre el papel de las mujeres en la ciencia a través de foros y estudios, además de generar redes de intercambio a nivel regional (Anónimo, 2006).
La influencia de la educación que reciben desde niñas y la falta de modelos femeninos en la ciencia, determina que las mujeres no elijan dedicarse a estas disciplinas. Y como a esa ausencia de modelos femeninos, se suma la tendencia de las científicas a adoptar modelos masculinos, endureciendo aún más la situación. Esto conlleva a la necesidad de destapar y luchar como colectivo contra la discriminación que existe hacia la científica y su trabajo (Farré, 2000).
4.3. Tendencia actual de la mujer en el contexto de globalización
Los nuevos significados que provoca en la vida material y espiritual de las mujeres la transnacionalización de la economía capitalista es omitida, con bastante frecuencia, en los debates teóricos y en las discusiones acerca de los modelos de economías y el proceso de globalización. Sin embargo, sin tener en cuenta los cambios valorativos es muy difícil impartirle coherencia a una lectura del mundo contemporáneo donde el nacionalismo, la religión, los conflictos interétnicos y de géneros tienen una influencia equivalente a los aspectos económicos e internacionales. Con una visión centrada exclusivamente desde la economía, la política institucionalizada o las relaciones internacionales, no es posible explicar, dar sentido y proponer alternativas a los problemas multidimensionales que se presentan hoy (Alfonso, 2006).
La globalización neoliberal capitalista ha producido cambios tan vertiginosos, y tantas rupturas teóricas y cotidianas que no es de asombrar, como dice Noam Chomski, el estado de desesperación, ansiedad, falta de esperanza, enojo y temor que prevalece en el mundo fuera de los sectores opulentos y privilegiados y del sacerdocio comprado que cantan alabanzas a nuestra magnificiencia, una característica notable de nuestra cultura contemporánea, si se puede pronunciar esta frase sin vergüenza (Chomski, 1996).
A medida que el capital global se centraliza cada vez más por el control trasnacional, los estados nacionales pierden poder y los trabajadores son cada vez más marginados y excluidos, la situación de la mujer llega a un punto en que no pueden controlar sus medios de producción ni su fertilidad. La «feminización laboral», tendencia que se manifestó en la economía mundial a partir de la postguerra y alcanzó auge en los años 60, adquiere ahora nuevos matices: las mujeres constituyen la fuerza principal de trabajo para el creciente sector de los servicios, donde realizan tareas de bajo estatus y poco salario. Según datos del PNUD, el 71% de las mujeres empleadas formalmente se concentran en cinco grupos ocupacionales, educación, enfermería, oficina, ventas y servicios, la mayoría en los puestos peor remunerados. El ingreso promedio de las mujeres todavía equivale a sólo el 70% del de los hombres, aunque en los últimos años, el ingreso de las mujeres ha tenido un continuo incremento respecto al de los hombres por la reducción constante de los ingresos y los puestos laborales tradicionales para los hombres. Aun así, para las mujeres aumentan las listas de trabajos con jornada partida y de contratos temporales sin seguridad social, oportunidades de promoción o jubilación. Son raros los programas de trabajo que tengan en cuenta el cuidado de los niños y las bajas por maternidad. La mayor parte del trabajo de las mujeres está excluido del cálculo del Producto Nacional Bruto (Valdés, 1996).
El feminismo como movimiento político, símbolo y valor de la mujer no ha escapado a este hecho. La institucionalización del feminismo, hecho que se presenta como un paso a favor de la mujer, ha sido la manera de encubrir las aun no resueltas contradicciones y relaciones de poder entre hombres y mujeres, que van más allá de las diferencias de género y sexo. Estos llamados "feminismos institucionales", por lo general, presentan un claro abandono a la búsqueda de soluciones revolucionarias para la emancipación de la mujer, y asumen la convicción de que desde dentro del sistema, con la presión que se ejerce sobre sectores del poder influyen de manera directa en las soluciones y toma de desiciones de esos grupos a favor de las necesidades e intereses de las mujeres (Valdés, 1996).

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